¡QUÉ GRACIA! ¡CON QUÉ SALERO!
¿Quién? ¡Hombre!, ¿quién va a ser? El indultador, el amnistiador. Sale después de una reunión del Consejo Europeo en aquella ciudad del romance:
—Abenamar, Abenamar, moro de la morería […] / ¿qué castillos son aquellos? / ¡Altos son y relucían! / —El Alhambra era, señor, […] / los otros los Alixares, / labrados a maravilla.
Pues eso, en la ciudad de Granada. Tiene a su izquierda a Charles Michel, el presidente del Consejo Europeo, y a la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, a la que, en señal de pésame por su potro, podría haber regalado aquel poema de Alberti que comienza: «Mi corza, buen, amigo, mi corza blanca. / Los lobos la mataron al pie del agua…».
El indultador, a las preguntas de los medios, aprovecha para pronunciar por primera vez la palabra evitada: «amnistía».
«[La medida] es una forma —dice— de tratar de superar las consecuencias judiciales de la situación que vivió España» en 2017, «una de las peores crisis territoriales de la historia de la democracia».
Estimados estudiosos de los significados, desentrañadores de las vísceras de las palabras del oráculo, aprovechad para indagar. Y, una vez indagado, ponedlo de piedra de toque a vuestros alumnos, a ver quién vale y quién no.
Porque… ¿qué dice ahí? Pues, en primer lugar, que hay un problema. ¿Y cuál es el problema? «Las consecuencias judiciales de la crisis de 2017». Es decir, la cuestión no está en lo que eufemísticamente llama «la situación que vivió España en 2017, una de las perores crisis territoriales», sino en las consecuencias de las consecuencias de esa crisis, la sanción a los delincuentes de acuerdo con la Ley y la Constitución. ¿Y aquel asalto a la democracia qué fue? La violencia que lo precedió en las calles, la malversación, ¿qué fueron? ¿Un golpe de Estado? ¿Un acto de sedición? Nada de todo eso: ocultemos las palabras para ocultar la verdad: fue «una crisis territorial», como una inundación o algo así.
¿Acabó aquí la cosa? ¡Qué va! Preguntado si el acuerdo amnistiador ya estaba cerrado, respondió: «No habrá acuerdo hasta que todo esté acordado». Magnífico, la sofistería se reviste ahora de tautología.
Esto es retórica de la buena, esto es sofistería excelsa, insuperable, magistral. A su lado cualquier otro truchimán de las palabras no emite otra cosa que gorjeos de aprendiz. Pero admitamos que ello es inevitable si se pretende conseguir tan nobles objetivos como los de superar las consecuencias judiciales de la crisis de 2017 y los no menos nobles de un Gobierno estable para cuatro años, presidido por él mismo; un Gobierno «que haga políticas de progreso y convivencia en el marco de la Constitución».
Si lo admitimos así, debemos llenarnos de conmiseración hacia él. Porque, como denuncian Illa, destacados miembros de la dirección del PSOE o el propio presidente, la derecha y la ultraderecha se oponen porque nunca tienen una solución para nada, viven permanentemente en la oposición y no quieren la convivencia en Cataluña, sino la tensión.
Estamos de acuerdo, denunciemos a toda esa tropa ultra que no hace más que estar en contra y oponerse a la amnistía. Con nombres propios: Juan Carlos Campo, magistrado y exministro; Emiliano García Page, presidente de Castilla-La Mancha; Juan Carlos Rodríguez Ibarra, expresidente de Extremadura; Tomás Gómez, ex secretario general del PSOE madrileño; Javier Lambán, expresidente de Aragón; Joaquín Almunia Amann, exministro; Jesús Eguiguren, negociador con ETA; Odón Elorza, exalcalde de Donosti; Francisco José Vázquez Vázquez, exalcalde de La Coruña y exembajador; Nicolás Redondo Terreros, ex secretario general del PSE; Cándido Méndez Rodríguez, ex secretario general de la UGT; un tal Alfonso Guerra González; un denominado Felipe González Márquez…
¡Y qué cosas, santo cielo, dicen algunos!: «La amnistía a Puigdemont es como violar a cuarenta millones de españoles».
¡Ah!, y un tal Pedro Romanones, digo, Sánchez, se me olvidaba: «El independentismo lo que pide es la amnistía, algo que, desde luego, este Gobierno no va a aceptar y que, desde luego, no entra dentro de la Constitución española». “No han tenido la amnistía y no van a tener un referéndum de autodeterminación».
¡Reaccionarios!