COMO UNA MAZANINA AGURRIADA
Al margen de gestionar los servicios con más o menos eficacia, ¿a qué se dedican nuestros diputados y los partidos en que se encuadran? ¿En qué ocupan el tiempo, dejando a un lado las horas y esfuerzos, no escasas las unas ni pequeños los otros, que emplean en arremeter contra los rivales?
Déjenme visualizar una panorámica de nuestra evolución temporal y de nuestra situación. En titulares: “Asturias perdió en los últimos veinte años a la mitad de los jóvenes de 20 a 39 años. El Principado encabeza la caída a nivel nacional”. “Avilés y Gijón son las ciudades de España con menor tasa de actividad tras Ferrol”. (No hace falta recordar que ambas ciudades son el corazón de los dos concejos más industrializados de Asturies, las dos, además, con el plus de la actividad portuaria).
Sigamos: “El Principado, la comunidad que menos empleo creó en los últimos diez años. La ocupación mejoró el 10,44% en Asturias, casi un tercio de la media española”. La respuesta al esfuerzo inversor: “Asturias flaquea en transformar la inversión pública en impulso económico. Los estudios señalan que la actividad privada no acompaña al esfuerzo en infraestructuras, que tienen rendimiento decreciente en el PIB. Por cada millón en obra pública, la inversión privada en Asturias es menor que en España. La comunidad es la décima en competitividad pese a ser la cuarta con más equipamientos”. “La producción industrial asturiana sigue en caída pese a reabrir el horno de Arcelor. El desplome en generación eléctrica, tras el repunte del carbón en 2022, y los recortes en plantas químicas y de alimentación explican el retroceso”. “Desaparecen mil autónomos al año. En los próximos cinco años se jubilarán 30.000”.
Un apunte más, las palabras de Juan Ignacio Muñiz, experto universitario: «No recomendaría a los grandes patrimonios establecerse en Asturias». La razón es la tributación. Ya sé que esa cuestión, la tributación de patrimonio y herencias, es un tema controvertido desde el punto de vista ideológico y práctico, pero, en todo caso, no me dirán que ese panorama no ayuda a la inversión.
De modo que, entre uno y otro, entre la evolución demográfica negativa, la emigración de las cohortes más preparadas y en edad de trabajar, la limitada creación de empresas y su parco crecimiento, el decrecimiento en algunos sectores y, especialmente, nuestra paulatina separación del progreso de otras partes de España, vamos quedando como eses mazanes que, cerca ya de la primavera, si aún no inservibles, van quedando agurriadines y con menos jugo y carne en su interior.
Y frente a eso, ¿a qué se dedican nuestros partidos políticos? Pues al margen de lo que les ordenen desde Madrid, o a los grandes temas del momento, como la inolvidable amnistía, a temas que, como el plumero de la Pampa, no tienen solución y no cabe sobre ellos más que palabrería, como el “reto demográfico” o el despoblamiento de las zonas rurales (el natural, que existe un plus no pequeño empujado por las políticas de los gobiernos central, autonómico y de la UE, pero sobre lo que es efecto de sus causas no piensan hacer nada).
Y ahora van a sacar otro artefacto para discursitos, el Estatuto de la Mujer Rural, que busca “promover la igualdad de la mujer en el mundo rural”, que lo mismo pretende acabar con «las brechas de género y económicas a las que se enfrentan las mujeres” que “con la violencia machista». Y es que “sin mujeres no hay mundo rural”, afirmó una capitoste del Ministerio de Agricultura en el acto en que se anunció el artefacto. Las palabras de nuestro “ministro” del ramo, el señor Líndez, no fueron menos luminosas.
Les recomiendo su lectura en la edición en papel de LA NUEVA ESPAÑA del lunes 16 o, en su defecto, en la edición digital: https://www.lne.es/asturias/2023/10/16/normativa-regional-promovera-igualdad-mujer-93377661.html
Por cierto, afirma don José Miguel Bermúdez en en este periódico algo que yo he reiterado muchas veces: “Asturias en ocasiones se resiste a los cambios de forma tozuda”. Es una de las características más destacadas del “genio nacional”, nuestro conservadurismo.
Esa resistencia al cambio me recuerda aquella frase de Cambó: “Hai dos formas de llegar al desastre: una, pedir lo imposible; otra, retrasar lo inevitable”.
¡Hombre!, al desastre no llegaremos, pero así tampoco vamos a ninguna parte.