CADA VOTANTE DE DERECHAS TIENE UN RETO CONSIGO MISMO
Un total de 186 escaños fueron los que Rajoy obtuvo en 2011 con 10.866.566 votos. En estas elecciones, la suma de PP y Vox alcanzó los 11.111.958 sufragios. Diputados, 169.
Otro dato: desde 2015, la suma de los partidos de izquierda más los independentistas suma siempre mayoría absoluta. Las del 23J son las quintas elecciones seguidas en las que esa conjunción alcanza un guarismo de escaños superior a 176. Los resultados de 2015 y 2016 son muy semejantes a los de estas últimas elecciones. Como hoy, PP y Ciudadanos sumaron en estas últimas 169 asientos (137 y 32, respectivamente). Completemos: en 2019, con tres partidos, la derecha obtuvo un número de votos récord, 11.217.410. Escaños: 151.
La conclusión es obvia: desde hace muchas elecciones, la derecha, dividida, no puede superar en escaños la suma de la izquierda más el voto independentista o paraindependentista. Pero hay un segundo parámetro fundamental: cuando se consigue atizar el miedo a la derecha, lo que no es difícil, la izquierda se moviliza en mayor número. Y, al mismo tiempo, algunos votos más “templados” del PSOE o de la derecha (parte de los de Ciudadanos, por ejemplo) rehúyen depositar su sufragio a favor de la derecha (recuerden aquello de Zapatero: “Nos conviene que haya tensión”).
Es indudable, al respecto, que Vox, por muchas razones, provoca un profundo rechazo en una parte importante de la sociedad española, y, por ende, en bastantes de esos posibles votantes “templados” conservadores; al mismo tiempo que excita intensamente la movilización de la izquierda, que ha acudido a votar en estas elecciones en mayor número que en las autonómicas y municipales.
Cualquiera que conozca algo la sociología de los electores de Vox sabe que hay ahí un poco de todo: jóvenes, obreros, gente mayor… Pero el núcleo fundamental lo constituyen gentes muy de derechas, la mayoría antiguos votantes del PP, que se niegan rotundamente a votar al PP por considerarlo “la derechita cobarde” (¡cuánto daño el de Jiménez Losantos a la derecha española!), “un partido socialdemócrata”, “traidores o incumplidores”, etc.
Así las cosas, cada uno de los votantes de derechas debe tener en cuenta esas dos realidades: la imposibilidad de ganar divididos y la cualidad de Vox para espantar a los votantes “templados” y para movilizar a la izquierda. A partir de ahí, deberá valorar ambas realidades para emitir su voto: su fidelidad a sus principios (o prejuicios) o su entender como prioritario evitar que gobierne la izquierda. En la elección por cada uno de los votantes (las responsabilidades últimas no son de los partidos, estos procuran contentar a los ciudadanos dándoles lo que creen que ellos les piden) de una de esas prioridades se halla el futuro electoral de la derecha. Ese es su reto.
¿El futuro, por cierto? Pues dependiendo de las respuestas individuales a ese reto se puede caminar hacia el triunfo electoral o a una mayor fragmentación de la derecha, con un crecimiento de Vox y la pervivencia de dos derechas (o más) desagregadas y sin capacidad de triunfar.