L’APRECEDERU
ANALFABETISMO Y ATERRITORIALIDAD
José Antonio Fidalgo me alerta sobre una alerta difundida previamente por Lluis Nel Estrada. En el Día Mundial de la Sidra los hosteleros de Gascona invitan a unos “culines”. “Culín” no es diminutivo. Es un sustantivo que designa una cierta cantidad de sidra servida en el fondo del vaso. El plural de “vecín” es “vecinos”; de “vinín, “vininos”; de “rapacín”, “rapacinos” (“rapacines” lo es de “rapacina”), luego “culines” igual se refiere a otra cosa, a una oferta de tipo sexual, en castellano. Pero no, seguramente no es más que una muestra de analfabetismo, tan común en nuestra tierra, como el de esos locutores que hacen entrenarse al Oviedo entre los hedores del requesón.
Lo curioso es que ese analfabetismo generalizado de personas que no son analfabetas no provoca protesta en nuestra sociedad, ni siquiera vergüenza. Pues no separen ustedes esa indiferencia o pasotismo de la situación permanente de preterición a que nos somete el Gobierno central ni del permanente vasallaje con que se conducen las sucursales madrileñas aquí radicadas: si no queremos ser, ¿para qué nos van a atender?
Pero ese “analfabetismo” entraña algo más: el desprecio, la repugnancia y la hostilidad hacia todo lo que suene demasiado a Asturies o a la lengua asturiana, ligado por quienes están imbuidos de esos conceptos y emociones, a lo vulgar, a lo atrasado, que enclaustran ahí para justificar su desprecio.
Toda esa gente vive en una ficción de aterritorialidad donde las notas propias de la identidad asturiana no manchen o perturben su clasismo castellano.
Lo anómalo de esa emocionalidad negativa y de la conducta inherente se hace obvio si nos desplazamos a Galicia o Cantabria. En ninguna de las dos comunidades se encontrará, por ejemplo, una carta de restaurante donde los nombres propios del lugar no estén presentes. Aquí, sin embargo, el nombre llariegu se evita, y de aparecer, se acompaña de su versión castellana. ¡No sea…!
Xuan Xosé Sánchez Vicente