LA XUNTA XENERAL, UN ESPERPENTO
Como si todos ellos estuviesen deformados en los espejos de la risa, según la imagen de Valle-Inclán. O tal que si formasen parte de un monólogo tradicional asturiano, con la forma de espantajo habitual del monologuista y la visión deformada de la realidad de su discurso.
La diputada del PP doña Gloria García, hablando seguramente por boca de ganso, dice que no entendería a la Consejera si esta se expresara en asturiano. Que alguien no entienda un discurso en asturiano dice muy poco sobre sus entendederas y lo acusa de un analfabetismo radical. ¡Pobre!, si es que no miente porque se lo ordenan. Para más cubismo deformador, valga la metáfora, doña Gloria había leído hace un año, en el propio Parlamento, un poema en asturiano de la Consejera. Para completar la astracanada, una voz en off anuncia que hablará en inglés o amenaza con ello.
Estos ciudadanos, estos grupos políticos, no se han opuesto a la cooficialidad en esta actuación, como dicen oponerse, sino, simple y llanamente, al uso del asturiano, a lo que es para muchos miles de asturianos el uso de su lengua. Manifiestan así su enfermiza aversión hacia el bable. No sé si ellos saben por qué, yo sí lo sé.
Pero para esperpento, el informe de los letrados. Recapitulemos. Fui yo la primera persona que empleó el asturiano en la Xunta. Tras muchas reticencias de los letrados y una pelea de más de un año, conseguí que no se falsificasen mis palabras, esto es, que junto a su traducción al castellano se publicasen tal cual, a doble columna. He ahí un derecho convertido, desde el inicio de los 90 del siglo pasado, en hecho. Con posterioridad, una reforma del Reglamento deja constancia de ese hecho, en el artículo 11: los diputados tienen derecho a hablar en su lengua. Atención: el Reglamento no establece un derecho, lo constata. Por otro lado, a finales de los 90, con el apoyo fundamental del PP, una ley impulsada por mí en la Cámara (en representación del PAS) garantiza el derecho de los asturianos a utilizar su lengua en todos los ámbitos.
Pues bien, ante las propuestas de quienes se declaran analfabetos, los letrados de la Xunta interpretan que el reconocimiento del derecho que asiste a los diputados a hablar en asturiano según el Reglamento, impide a todos los demás ciudadanos hacerlo. Dense cuenta del disparate: la norma no dice que “sólo los diputados tienen derecho a hablar en asturiano”, pero en eso la ha convertido ese informe informe. Es más equivale a decir que ningún asturiano (por ejemplo, un invitado) puede hablar en asturiano en la Cámara. Podrían ponerlo a la entrada de la casa: “Nadie entre aquí que hable asturiano, salvo si es diputado”. Un puro dislate. Una interpretación ahistórica y recesiva del artículo 11, que, además, entra en contradicción con el Estatuto y la Ley de Usu, normas de rango superior, que no puede contravenir el Reglamento (la interpretación de él) de la Cámara.
Doña Berta Piñán y el PSOE. Cuando van a la Xunta ya saben (ella, el PSOE, don Adrián) que se van a oponer a que la Consejera lea su programa en Asturiano; conocen también el dislate de los letrados. Pero nadie los obligó a arriar su bandera. La arriaron ellos porque quisieron, achantaron porque les dio la gana, probablemente por cálculo político. ¿Qué hubiera pasado si doña Berta hubiese seguido hablando en asturiano? Nada. ¿Qué se hubiesen ausentado algunos? ¿Qué hubiesen hecho constar su protesta? ¿Qué hablasen en inglés? ¿Qué fuesen a los tribunales? Nada.
Porque los derechos de uno no se entregan, y porque quien dice que defiende una lengua no tiene otra forma de hacerlo que hablándola.
A mí, desde luego, nadie me hubiese achantado, mejor dicho, yo nunca hubiese dejado de cumplir con mis creencias, mis compromisos y mi práctica. Y créanme, he tenido que soportar muchas más presiones, con mucho más tiempo, y con muchos menos apoyos.
PS. Traducción de la rendición de doña Berta y el PSOE: la Consejera no podrá hablar más que en castellano en el Parlamento. Cualquier invitado, por ejemplo, el presidente de la Academia de la Llingua Asturiana, llamado para hablar de la Academia o del asturiano, habrá de pasar por las mismas Horcas Caudinas.
Xuan Xosé Sánchez Vicente